First snow. [One-Shot.]

Escritor : Unknown | Hora : 14:49 | Categorías :
Autor del one-shot: Daniel.
Twitter: @LeonheartTribal
Nombre del one-shot: First snow.
Tema: Original, amistad.


Nos miramos y, en silencio, y con esa complicidad que el paso de los años nos había regalado, sonreímos, felices por aquella oportunidad que nos brindaba la vida.
No habíamos tardado demasiado tiempo en poner la mesa, con aquel mantel rojo que habíamos confeccionado para la ocasión. Caracteres coreanos bordeaban la tela, destacando con su refulgente tonalidad sobre el carmesí. Repartidos alrededor, la porcelana que habíamos estado almacenando en las estanterías, para una ocasión especial como lo era aquella. Cada cubierto colocado en su respectivo lugar, y, junto a ellos, las servilletas en elegantes formas que habíamos improvisado.

Sentíamos el buen ambiente inundando la habitación, el calor de la chimenea dotando a toda la primera planta de una suave armonía que encandilaba.

Vestíamos ropa de invierno, y nos aseguramos que todos los invitados traerían el mismo estilo de ropa. Esperábamos que hubieran atendido a nuestras peticiones.
Aunque, si no era así, compartirían nuestro armario, como aquella noche compartirían nuestra mesa.
¿Y qué decir de la mujer que me acompañaba? Jamás había contemplado esa sonrisa atravesando su rostro, ni esa alegría que desprendía cuando pasaba por mi lado y me susurraba algo que yo no esperaba. Sólo había visto aquella expresión en su rostro una vez, hacía ocho años. La situación no era comparable, pero… ¿de verdad estaba tan feliz y radiante por todo aquello?
No podía evitar que aquella felicidad me contagiara. Yo también me sentía exageradamente resplandeciente.
Y, con toda aquella alegría condensada en su rostro, aún se veía más y más hermosa, como si su tez estuviera iluminada completamente. ¿Se daba cuenta del buen humor que proyectaba hacia los demás? Más de una vez di gracias por haberla puesta en mi camino, y por hacerla feliz, finalmente.

Ella me preguntó algo, en una de esas ocasiones que pasaba junto a mí. Yo le respondí con un asentimiento, tras lo cual sonó el timbre de la vivienda.
Una voz débil sonó en el piso superior, a la que respondí con una negativa. Luego, me dirigí presto a la entrada de la casa.

Y allí se encontraba ella, exhibiendo su cabello rizado y largo, congestionado por la nieve que descendía suavemente en el exterior. Como le habíamos sugerido, venía bien abrigada. Incluso, comentó antes de entrar, tenía algo de calor.
Luego, besó mis mejillas, pasando al interior después. Cerrando la puerta tras ella, pregunté acerca del viaje hasta nuestra casa. Despreocupadamente, dijo que le había resultado muy relajante conducir hasta allí, y que lo haría más veces encantada.

Mi mujer y ella coincidieron en el pasillo, junto a la sala del comedor, y se fundieron en un intenso abrazo que se prolongó varios minutos. Tan emocionadas parecían de verse que lágrimas escuetas aparecieron en sus mejillas.
Acompañamos a la recién llegada hasta la sala de la chimenea, en donde nos sentamos al amparo del calor, sobre los sillones de piel. Rápidamente, resumió como había transcurrido el viaje, desde que temprano por la mañana hubiera salido de su casa, hasta la llegada, apenas las 8 de la noche. Luego, la pusimos al tanto de nuestras novedades. Ellas dos hablaban más; yo, por mi parte, me limitaba a escuchar, salvo uno o dos apuntes en contadas ocasiones.

No demasiado tiempo después, la puerta sonaba de nuevo. Me levanté a abrir, tras asegurarme de que ellas dos subirían al segundo piso para terminar de prepararlo todo.
En el umbral de la puerta, y con una apariencia similar a mi propia esposa, estaba mi cuñada. A pesar de la visible diferencia de edad, ambas tenían el mismo rostro, enmarcado por sendos mofletes rubicundos y por una media melena dorada. La invité a entrar tras saludarla, y luego llamé a las chicas en el piso superior.
Ignorando mi llamada, pedí a mi cuñada subir por las escaleras y encontrarse con ellas. Cuatro pares de manos son mejores que tres, dije. Ella asintió, de acuerdo conmigo. Luego, se perdió escaleras arriba.

Y, sin darme tiempo a reaccionar, el timbre sonó por tercera vez.
Si no hubiera sido por los ojos occidentales que ambas presentaban, y porque el marco de sus rostros no había cambiado apenas en todos aquellos años, no las hubiera podido reconocer.
Aquellas dos jóvenes, contadas entre nuestros amigos como las más pequeñas, me saludaron con cierta timidez. Bien era que hacía mucho tiempo que no nos veíamos, pero… ¿tan grande había sido el cambio? Me miraban como si yo mismo hubiera cambiado, y no era así. Puede que mi rostro tuviera alguna arruga prematura, pero, ¿incluso ellas se confundieron al mirarme?

Pero a ambas las llamé por sus nombres, y luego por los motes que habíamos usado para mencionarlas durante todos aquellos años, y sonrieron al mismo tiempo. Abracé a ambas, y luego las invité a pasar.
Las dos quisieron subir a saludar, pero ya descendían por las escaleras el resto de invitadas, por lo que prefirieron reunirse todos en el salón principal y esperar al resto de invitados.

Ocuparon sus seis asientos, y continuaron hablando. Las dos pequeñas recién llegadas, aquellas que ante los ojos de mi mujer y yo siempre serían pequeñas, narraron su viaje en avión hasta allí, y cómo coincidieron en el aeropuerto. Por aquel motivo, llegaron juntas.
Entretanto, el resto de invitados se fue haciendo presente en la vivienda, saludando y ocupando sus asientos. Todas aquellas personas habían marcado, de un modo u otro, nuestra vida, y por eso los recompensábamos con compartir nuestra mesa y nuestra casa, durante aquella mágica noche. Pocos no habían podido asistir, y no sin motivo los que no lo hicieron.
Sin embargo, allí estaba la gran mayoría, sentados, disfrutando de la velada, de la conversación, de los recuerdos compartidos por los diferentes lugares de origen de cada uno. Y, aunque todos estábamos fuera de nuestro país de nacimiento, nos sentimos como en casa.

De pronto, en la cabecera de la mesa, una copa se alzó sobre los demás, llamando la atención de los comensales. Mi mujer y yo sonreímos, pues en el rostro de la joven criatura que había llamado la atención, se adivinaban nuestros propios rasgos.
Todos guardaron silencio.

En primer lugar, agradeció a todos los invitados que allí se encontraban el haber asistido, y esperaba verlos más seguidos a todos, aunque tuviera que viajar para hacerlo.
Luego, a las cuatro mujeres que hubieran llegado en primer lugar, las llamó tías, pues, aunque solamente una de ellas fuera de sangre, nosotros le habíamos inculcado el quererlas a todas como si hubiéramos nacido de la misma madre. Les agradeció la fidelidad durante todos aquellos años, el estar allí, el habernos apoyado tanto, aún estando lejos de nosotros. Otras amistades habían caído por el camino, pero allí estaban ellas, sonriendo, felices, y mostrándonos todo su amor y compresión. ¿Eran lágrimas lo que vi en sus rostros? La más mayor de entre sus tías, más mayor que yo incluso, sonrió orgullosa, pero las demás no esperaban aquel arrebató y aquellas palabras. Secaron sus lágrimas en silencio, y luego sonrieron también.
Y, desde su posición entre los dos, presidiendo la cena, se giró hacia nosotros. Tomándonos de las manos a mi mujer y a mí, nos dio las gracias por todos los cuidados que le habíamos profesado desde su nacimiento, por todos y cada uno de los días que habíamos pasado a su lado, por quererle hasta el punto de morir por salvar su vida si fuera necesario, y, ante todo, por ser los mejores padres del mundo.

Y, he de reconocerlo… Cuando él nos rodeó con los brazos y nos dijo gracias susurrando, mi corazón se partió en dos. Y, por las lágrimas que corrían a través de las mejillas de mi esposa, diría que ella sentía lo mismo que yo.
¿Qué más le podíamos pedir a la vida, si ya contábamos con una familia perfecta, con unos amigos perfectos?

Y, antes de que la cena prosiguiera, levantamos nuestras copas, al amparo de la calidez de la chimenea y de los copos de nieve que descendían al otro lado del ventanal, entre las luces verdes, blancas y rojas, y brindamos por más días como aquellos, por una felicidad eterna y por mantener aquella amistad y compañerismo que nos había unido durante todas las demás navidades que siguieran.

Dedicado especialmente a AJ, Ina y Carol, con quienes esperamos seguir compartiendo la amistad que nos une durante los años venideros.
Siempre que os suceda algo, nos tendréis aquí para vosotras.
Gracias a las tres.

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A.J Wolfcat
Admin
19 de junio de 2014, 16:16

Esto es sencillamente.... ADORABLE OMG ME ENCANTAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA ^^ Dios, estoy a punto de llorar y me he pasado la mayor parte del one-shot sonriendo ;w;Yo también espero que nuestra amistad dure muchos años, y si es posible, que no muera nunca. Siempre estáis ahí apoyándome y sólo quiero que sepáis que yo también estoy ahí para vosotros ;w; ASJAHSJAHSJASHAJS OS AMO MUCHO.

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Unknown
Admin
19 de junio de 2014, 22:08

↑ RT, FAV, COPITA, MENCIÓN ;______________;

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