Autor del fic o historia: Daniel.
Twitter: @LeonheartTribal
Nombre del fic o historia:
Tema: Hetero, Fairy Tail [Gajeel X Erza], lemon, +18.
Capítulo 1.
Capítulo 1.
Y cayó la ropa, con un sonido seco, sobre la alfombra del
suelo.
Se miraron. Ojos carmesíes contra ojos pardos. Él hizo el
primer movimiento.
Con fuerza, asió de la cintura de ella, sometiendo bajo
la fuerza de sus dedos la cintura de la muchacha contra el respaldo del sillón
que quedara en un extremo de la estancia. Luego, mordiéndose el labio, observó
el palpitar intenso de la sexualidad candente de la muchacha, cuyo aroma
enloquecía cada uno de los sentidos del musculado cuerpo del individuo que se
erguía, erecto, ante ella.
Rodeando la sexualidad propia con dedos cálidos, ni siquiera
dedicó un segundo de incógnita, una palabra amable o un ‘te quiero’ cálido,
como hubieran compartido en otras ocasiones de lujuria desatada. En aquella
ocasión, quería saborearla en todos los sentidos sin miramientos, repercusión o
sentido.
Y lo hizo.
Primero, acercó el sexo ardido a la entrada de ella. Se
apoyó sobre el anillo externo, y cruzaron miradas. Un segundo después,
comenzaba a introducirse paulatinamente en el interior de su cuerpo.
Notó el romper de su carne, el extenderse de cada porción
de su vagina, abriéndose ante él. Ella lo recibió con un cálido gemido.
Sus piernas se quebraron.
Su cuerpo se estremeció desde el pecho abultado hasta la punta de los pies, pero no hizo ninguna negativa. Contra todo pronóstico ante el dolor que debiera recorrerla cuando notó los piercings de él penetrarla, extendió las piernas y llevó ambas manos a la nuca del muchacho.
Él siguió introduciéndose en el latir palpitante de su
sexo cálido, como un núcleo de fervor tan grande que notaba, incluso, aquella
agradable sensación de apacible calidez alimentando su propio miembro erecto,
su piel, su abdomen.
Y golpeó su cadera la de ella, cuando hubiera deslizado toda la envergadura de su pasión en la chica.
— Por favor… Hazlo, y no te pares. —Fue el único murmullo
trémulo al que ella podía aspirar.
Y se clavó en su interior con toda la fuerza que tenía.
Apoyando las manos en los brazos del sillón, se deslizó hacia el exterior, notando como la carne de ella se revolvía ante su cuerpo. Después, volvió a hincarse.
Ella entornó los ojos y dejó caer la cabeza hacia atrás, mientras sus manos palpaban el cuello sudoroso del muchacho. Trataba de atraerlo hacia si misma mientras notaba cada centímetro de su larga estocada atravesándola.
Se estremeció. Gimió de placer, una sola vez. Descendió las manos, despacio.
Él no dijo nada ante la aproximación de ella hacia los pliegues abiertos de su sexo candente, continuando con sus embestidas furibundas y llenas de sexualidad contenida.
Apoyando las manos en los brazos del sillón, se deslizó hacia el exterior, notando como la carne de ella se revolvía ante su cuerpo. Después, volvió a hincarse.
Ella entornó los ojos y dejó caer la cabeza hacia atrás, mientras sus manos palpaban el cuello sudoroso del muchacho. Trataba de atraerlo hacia si misma mientras notaba cada centímetro de su larga estocada atravesándola.
Se estremeció. Gimió de placer, una sola vez. Descendió las manos, despacio.
Él no dijo nada ante la aproximación de ella hacia los pliegues abiertos de su sexo candente, continuando con sus embestidas furibundas y llenas de sexualidad contenida.
El sillón se estremecía con sus movimientos, sonando un
intenso quejido en las bisagras del interior, tanto en el respaldo como en su
base. Sin embargo, ninguno de ellos dos parecía ser consciente del ruido que
provocaban, cada uno a su manera: él, con su movimiento fuerte sobre la
muchacha; ella, con el arañar de las uñas sobre la tela; ambos, con los
intensos y gloriosos gemidos que perpetraban.
Alguien golpeó en una de las paredes de la habitación,
algún vecino quejumbroso molesto por los ruidos coitales de la pareja; mas, la
joven Erza, aunando la lámpara más cercana con los dedos, lanzó el objeto
contra la pared de la que provenía el grito, apoyando el estruendoso sonido con
la exclamación de su garganta:
— ¡Estamos intentando foll… ah…! —Y él arremetió con los dientes sobre el cuello de ella, apretando en torno a la marca morada que hubiera dejado allí horas antes— Gaj… eel…
No pudo contener el intenso gemido que sobrevino cuando palpó entre sus dedos el botón erecto que emanaba de entre los pliegues de su sexo humedecido por el placer.
Él continuaba embravecido encima de ella, mordiendo su cuello, llenando de besos su rostro, hincándose en su ser, una vez, otra vez, despacio, rápido, fuerte, suave, todo con la pericia de alguien que ya ha explorado aquella entrada en alguna ocasión.
Los ojos de ella se entreabrieron, apartando las manos de su sexo inundado por el placer. Despacio, apoyó las manos en los hombros del joven, obligándole a salir de su interior.
Entornando la mirada y acariciándole el mentón, susurró:
— Ahora… me toca a mí.
— ¡Estamos intentando foll… ah…! —Y él arremetió con los dientes sobre el cuello de ella, apretando en torno a la marca morada que hubiera dejado allí horas antes— Gaj… eel…
No pudo contener el intenso gemido que sobrevino cuando palpó entre sus dedos el botón erecto que emanaba de entre los pliegues de su sexo humedecido por el placer.
Él continuaba embravecido encima de ella, mordiendo su cuello, llenando de besos su rostro, hincándose en su ser, una vez, otra vez, despacio, rápido, fuerte, suave, todo con la pericia de alguien que ya ha explorado aquella entrada en alguna ocasión.
Los ojos de ella se entreabrieron, apartando las manos de su sexo inundado por el placer. Despacio, apoyó las manos en los hombros del joven, obligándole a salir de su interior.
Entornando la mirada y acariciándole el mentón, susurró:
— Ahora… me toca a mí.