Visita Inesperada. [One-shot.]

Escritor : Unknown | Hora : 20:17 | Categorías :
Autor del one-shot: Daniel.
Twitter: @LeonheartTribal 
Nombre del One-shot: Visita Inesperada. 
Tema: Original, Drama, +18, Recuentos de la Vida, Humor.



Las manos llenas de sangre, los labios temblorosos, el pecho latiendo desbocado bajo el interior de la camisa arrugada de tela blanca.
Una breve lágrima descendió por su mejilla mientras se dejaba caer contra la pared, incapaz de efectuar cualquier otro movimiento. Su garganta ahogó un grito intenso, que acalló derrumbándose sobre los azulejos, con el cabello revuelto sobre la cara y los labios constreñidos en una mueca agónica de tristeza.

 No, se repetía a si misma, sacudiéndose los dedos hacia el suelo, no puede ser…

Alguien encendió la luz de la sala, tras abrir la puerta, pero ella no reparó en ninguno de aquellos sucesos. Se limitaba a observar el suelo encharcado y el reguero de sangre que fluía en todas direcciones.
Ni siquiera llegaba a alcanzar el origen de aquello.
Incluso la cara interna de sus muslos, los gemelos, los pies… estaban cubiertos, totalmente, de sangre, o salpicados por escasas gotas que ella misma había provocado al pisar el líquido sobre el azulejo.

Escuchó unos pasos apresurados a su izquierda, y como una persona, vagamente familiar, tomaba sus hombros y buscaba contacto con su mirada.
Pero, y aunque aquella persona le mostraba la más conciliadora de las sonrisas, bajo unos ojos verdes como la hierba más espesa, no podía dejar de temblar.

— Tranquila, no pasa nada. —Expresó una voz masculina, apartándole el cabello sudoroso de delante de la frente— Ve a tu habitación, cámbiate de ropa y espérame. Lo limpiaré todo.

Ella no respondió, ni replicó. Se dejó llevar, mientras una apática palidez se iba adueñando de todo su rostro. Aquel hombre la agarró, cuando vio que ella dejaba caer los párpados, y la retuvo contra su pecho cuando la joven perdió el sentido…


No sabía qué había sucedido, ni cómo había llegado hasta su cama, ni quién había cambiado su ropa por el pijama que llevaba de noche.
La ventana estaba abierta, y desde ella se deslizaba hacia la estancia una suave brisa que traía consigo el sabor del pasto, de árboles, de montañas, de viva naturaleza.
A escasos centímetros de la cama, la puerta se encontraba ligeramente abierta, permitiendo ver por el resquicio del hueco lo que sucedía en el pasillo y, un poco más allá, en el salón principal.

Su padre estaba sentado delante de la televisión, con el móvil entre las manos. Ni siquiera parecía tener en cuenta lo que sucedía en la pantalla, y reía ante algo que veía en su teléfono.
Ella, sin pretender hacer ruido, dio un paso fuera de la cama.
Al instante, sintió como sus piernas flaqueaban ante la presión ejercida por sus músculos contra la moqueta de su habitación, y se desplomó contra el escritorio, golpeándose la frente contra la tabla de madera, y cayendo al suelo con un intenso grito de dolor.

En seguida, la puerta se abrió de par en par, y su padre se arrodilló junto a ella, tomándola de la espalda y enderezándola.
Su mueca de alarma le provocó un suave sobresalto a la joven quien, rápidamente, refugió el rostro en el hueco del hombro de él:

— ¡Qué hostia me he dado…! —Escuchó una breve risotada, mas, cuando clavó una furibunda mirada en su padre, este la seguía contemplando con su expresión más seria. Sin embargo, tenía los labios fruncidos.
— ¿Es… —Sintió una vibración en su pecho—… estás bien…? ¿Por qué te has levantado? Deberéis seguir descansando.

Aquellas palabras le sonaron extrañas. Y, hacia el final de la frase, notó una preocupación exageradamente desmedida para la situación.

— ¿Descansando? ¿Por qué debe…

El chillido que atravesó y colapsó su boca nació al mismo tiempo que notaba el dolor agudo y desgarrador de centenares de agujas clavarse en bajo el vientre, al tiempo que se dejaba caer boca abajo hasta el suelo, y entrelazaba los dedos sobre su propio monte de venus, haciendo presión ligeramente hacia abajo.
Sintió una lágrima derramarse de nuevo.
En ese instante, rememoró todo lo que había sucedido tiempo antes: la sangre, el mareo, las náuseas, el dolor agudo, sus pies encharcados por el reguero…

De pronto, su padre la alzó, y la llevó a su habitación, dejándola en el centro de una cama desordenada. Tapó el cuerpo de ella con el edredón nórdico, y luego dejó una bolsa de semillas caliente sobre la superficie de su estómago.
Ella, aliviada y sin entender, cerró los ojos, repentinamente agotada, mientras su padre salía de la habitación.

— Mi pequeña se hace mujer…

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