Autor del one-shot: Daniel.
Twitter: @LeonheartTribal
Nombre del One-shot: Guts Over Fear.
Tema: Drama.
Y él escribió entre sus
hojas, casi sin pensar:
Puede que todo lo que haga no sea suficiente para encaminar la vida que me hubiera gustado tener. Tal vez cada triste intento en mi vida no sea sino un lamentable reclamo por dirigir una película de mayor presupuesto de aquel con el que podía contar.
Puede que sólo sean los desvaríos de un loco
desesperado, pero siento que es lo menos que puedo hacer para tener un último
detalle con aquellas personas a las que les importé.
''Un segundo´, pensó él, deteniendo el trazo libre del bolígrafo sobre el folio. Las manos le temblaban. 'Apenas hay gente que ha hecho eso… Nadie estuvo allí cuando comenzó mi declive'.
Lentamente, continuó escribiendo.
Atrás quedaron las sonrisas atormentadas, atrás los sueños rotos, las promesas incumplidas, y todo lo que mi nombre puedo representar para alguien, o para nadie.
Atrás lo dejo todo, prácticamente todo. Allá, en el amargo baúl de los recuerdos, abandono lo que una vez me pudo pertenecer. Y sin motivos, sin excusas, sin lamentos, sin lloros.
La puerta tembló con un estruendo al abrirse y dejarse caer luego, cerrándose. Una hermosa mujer penetró en la estancia, abandonando un bolso de tela sobre el sillón de la entrada y dedicándole a él la más amplia de las sonrisas.
Él no supo que responder ante su gesto, y sólo quedó pasmado cuando ella depositó un beso sobre su frente, y acariciaba su mejilla.
Se mantuvo un momento en aquella posición. Poco a poco, bajó la mirada hasta el papel.
— ¿Qué es eso? —Inquirió, dubitativa, mientras leía y releía lo que él había escrito. Al mismo tiempo, el muchacho se cubría de frustración e incomodidad. Mas ella no decía nada, ni efectuaba el más mínimo gesto.
Lentamente, apartó la silla atrás y se puso en pie, alejándose del folio, de la tabla del escritorio y de ella.
Se acercó con paso trémulo hacia la nevera y agarró la primera cerveza que alcanzó a ver, sin importarle marca o graduación.
Al beber, sintió como ella venía hasta él, con el papel en la mano, y una lágrima perlada descendiendo, desordenando el maquillaje de sus ojos y mejilla.
— ¿Qué… qué es esto…?
Y él, incapaz, rompió a llorar en silencio, aún con la botella de cristal en la mano.
Ella, sin decir nada, arrojó el papel a la basura, tomando las manos de él con sorprendente delicadeza.
— Tranquilo… —Murmuró, abrazándole. Él la permitió hacer, viendo con sorprendente desidia como el papel se arrugaba dentro de la papelera—… Todo irá bien…
Y, pese a lo mal que le pudiera ir todo, confió en ella con todas las fibras de su ser.
Al fin y al cabo, entre aquellos brazos nada podría ir mal.
''Un segundo´, pensó él, deteniendo el trazo libre del bolígrafo sobre el folio. Las manos le temblaban. 'Apenas hay gente que ha hecho eso… Nadie estuvo allí cuando comenzó mi declive'.
Lentamente, continuó escribiendo.
Atrás quedaron las sonrisas atormentadas, atrás los sueños rotos, las promesas incumplidas, y todo lo que mi nombre puedo representar para alguien, o para nadie.
Atrás lo dejo todo, prácticamente todo. Allá, en el amargo baúl de los recuerdos, abandono lo que una vez me pudo pertenecer. Y sin motivos, sin excusas, sin lamentos, sin lloros.
La puerta tembló con un estruendo al abrirse y dejarse caer luego, cerrándose. Una hermosa mujer penetró en la estancia, abandonando un bolso de tela sobre el sillón de la entrada y dedicándole a él la más amplia de las sonrisas.
Él no supo que responder ante su gesto, y sólo quedó pasmado cuando ella depositó un beso sobre su frente, y acariciaba su mejilla.
Se mantuvo un momento en aquella posición. Poco a poco, bajó la mirada hasta el papel.
— ¿Qué es eso? —Inquirió, dubitativa, mientras leía y releía lo que él había escrito. Al mismo tiempo, el muchacho se cubría de frustración e incomodidad. Mas ella no decía nada, ni efectuaba el más mínimo gesto.
Lentamente, apartó la silla atrás y se puso en pie, alejándose del folio, de la tabla del escritorio y de ella.
Se acercó con paso trémulo hacia la nevera y agarró la primera cerveza que alcanzó a ver, sin importarle marca o graduación.
Al beber, sintió como ella venía hasta él, con el papel en la mano, y una lágrima perlada descendiendo, desordenando el maquillaje de sus ojos y mejilla.
— ¿Qué… qué es esto…?
Y él, incapaz, rompió a llorar en silencio, aún con la botella de cristal en la mano.
Ella, sin decir nada, arrojó el papel a la basura, tomando las manos de él con sorprendente delicadeza.
— Tranquilo… —Murmuró, abrazándole. Él la permitió hacer, viendo con sorprendente desidia como el papel se arrugaba dentro de la papelera—… Todo irá bien…
Y, pese a lo mal que le pudiera ir todo, confió en ella con todas las fibras de su ser.
Al fin y al cabo, entre aquellos brazos nada podría ir mal.