Lullaby. [Cap. 1.]

Escritor : Unknown | Hora : 1:52 | Categorías :
Autor del one-shot: Daniel.
Twitter: @LeonheartTribal.
Nombre del fic o historia: Lullaby.
Tema: Anime [Dante Sparda] [Miyuki Shiba], Recuentos de la vida, Amor [Familia].

Capítulo 1.


Él mantenía la mano envolviendo aquello, con suma indecisión e completo interés en la tarea. Sus dedos inexpertos se extendían a lo largo del mango, recorriendo por su frente una ligera y rápida pátina de sudor que fue descendiendo paulatinamente, dramáticamente, hasta morir en su barbilla pálida.
Aquello, contra todo pronóstico, luchaba cara a cara con su propia personalidad, y jamás, en todos los años de vida, había tenido que recurrir a aquella necesidad tan molesta e incomprensible.

— Hay gente que lo hace a domicilio… —Musitó, mientras giraba la sartén con cierta ineptitud. El aceite se deslizó de un lado al otro—… No entiendo por qué debo hacerlo en casa…

Escuchó pasos en el piso de arriba mientras deslizaba un sorprendente intacto huevo hacia el plato, resbalando sobre él a causa de todo el aceite empleado. Incapaz de fijarse en aquel detalle nimio, acercó las tostadas ya preparadas, ligeramente coloreadas de un tono bruno, la salchichas, cuya piel interior rosácea señalaban que aún le faltaban medio minuto de cocción, y las judías, que, tal vez, en medio de aquel conjunto extraño y desnaturalizado, era lo único bien preparado, y cuyo sabor no rivalizaba con la poca experiencia en la cocina de aquel hombre.
Aunque tal vez se debía al hecho de que las judías eran de lata.

— Espero que sea suficiente. —Murmuraba, mientras dejaba el plato en la mesa de la cocina, en medio de un tenedor pequeño y un cuchillo de untar. En un extremo, un vaso de zumo; en el otro, un paquete de servilletas.

Suspirando y sonriendo, dióse la vuelta, comenzando luego a ascender a través de la escalera señorial que conducía al segundo piso.
Sin embargo, mientras él subía, con el olor del desayuno naufragando en sus sentidos, sintió la presencia de alguien atravesar el descansillo del pasillo superior y detenerse en lo alto de la escalera, con la más enorme de las sonrisas y una expresión agradable en su rostro pálido.
El cabello lo tenía suelto a lo largo de la espalda. Sus ojos brillantes relucían como nunca lo hubieran hecho bajo la luz del sol que se deslizaba a través de vitrales que rodeaban la escalera.

— Creí que seguías durmiendo, Miyuki —Expresó él, tomando la mano de ella cuando la joven se acercó. El vestido blanco que llevaba puesto destacaba contra su piel blanca.
— Desperté hace bastante rato. Hoy promete ser un día especial. —Respondió ella, ante lo que el hombre replicó con una rápida sonrisa, ciertamente desacostumbrada. — Mamá vendrá por la noche. Hasta ese momento, el día es nuestro.
— Lo sé, lo sé… —Dejó la mano de ella cuando entraron en el comedor principal, desde el cual llegaron a la cocina. — Erza acostumbra a trabajar cuando más se la necesita aquí. Pero cenaremos con ella, y luego daremos un largo paseo los tres, ¿te parece bien?
— Me parece perfecto… —Y una mueca de desagrado intenso invadió su faz al ver el gran agravio que era aquella comida—… Papá.
— Yo… —Él tartamudeó ligeramente de nerviosismo al escuchar el tono de voz de la joven. Carraspeó suavemente y luego apartó la silla de ella para sentarla delante de la comida—… he hecho lo que he podido para prepararte el desayuno. Sólo como pizzas, y jamás las preparo yo, así que no tenía mucha experiencia en la cocina.

Sin embargo, la combinación de olores, el aroma intenso de las salchichas, la fragancia del huevo recién hecho, la esencia del pan tostado que se deslizaba a través de su piel… ''Ay, Papá…’'.
La joven tomó el tenedor, partió un trozo de salchicha, y se lo llevo a los labios, ignorando uno de los bordes ligeramente calcinados, y pasando por alto lo poco hecho de su carne.

— Es… tá… —Comenzó a decir, tragando con los ojos cerrados. Ladeó los labios ligeramente, debatiéndose entre el amor puro por aquel gesto de alguien como él, o el asco—… delicioso, Papá. Gracias.
—… ¿Quieres que vayamos a comer fuera algo, un croissant recién hecho o una pizza? —Inquirió resoplando, mostrando una sonrisa enorme mientras apoyaba las manos delante de Miyuki, en el otro lado de la mesa— Paga tu madre. He encontrado su cartera.
— No, no, papá, de verdad… —Dijo, de nuevo, mientras extendía las judías a lo largo del pan tostado y se lo llevaba a la boca. En aquella ocasión, sonrió enormemente. — ¡Estás judías están deliciosas! El tomate está en su punto y…
— Es de bote. —Rápidamente, continuó hablando—… No te lo tienes que comer. Mis labores para la cocina son prácticamente nulas, y lo único que sé hacer es coger el bote de nata y echarlo encima de algo. Además… la clara de ese huevo no está como en la foto del libro.

La joven, en aquel punto, extendió la mano por encima de la mesa y tocó la mano de su padre, sonriendo tranquilamente y asintiendo.

— Sé lo que te has esforzado. Y está bueno, sólo necesitas mejorar. Te lo agradezco muchísimo.
— Ya, bueno…

Con los nervios recorriéndole todo el cuerpo, se sacudió el cabello mientras suspiraba, pasando los dedos por su nuca.

— Te invitaré a un helado enorme de fresa después para eliminar el sabor a quemado, lo prometo. —Dijo él, y ella asintió con energía. Luego, con lentitud, apartó las salchichas y el huevo, sin decir nada, lo que provocó una carcajada en el individuo.
— Luego te enseñaré a hacer unas salchichas, Papi, y nos las comeremos juntos. Y a darle un poco más de consistencia a esta clara cruda —Bromeó ella, apretándole la mano a la altura de los nudillos cariñosamente. Él asintió.

Esperó hasta que terminase de comer, mientras charlaban acerca de lo que harían aquel día, de por dónde caminarían, de si era mejor el parque de atracciones o la piscina, si la playa o la montaña, si un dulce paseo por el campo o si recorrer un sendero con una mochila y mucha ilusión.
No llegaron a ningún punto en común, pues lo interesante de aquello era intercambiar palabras tras tanto tiempo separados.

— ¡Ya sé a dónde podemos ir! —Dijo ella, golpeando la mesa con el puño cerrado y una enorme ilusión cruzando su mirada.
— ¿Sí? Tú di dónde y yo te llevo.

Ella, después, le respondió con la más enorme de sus sonrisas.
Y él, embelesado de su hija, no pudo sino decirle que sí.

google+

linkedin