Don't forget. [Cap.1.]

Escritor : Unknown | Hora : 22:57 | Categorías :
Autor de la historia: Daniel.
Twitter: @LeonheartTribal
Nombre de la historia: Don't forget.
Tema: Original, Romántico, Drama, Acción, Terror, Misterio, Fantasía

-Capítulo 1.-

- Antes morir… - Susurró, mientras las manos de la joven palpaban en torno a su propia ropa, explorando, buscando algo. –… que permitir que me vuelvas a tocar.

Sólo un puñal sacó de entre sus vestiduras, del interior de su larga falda. Una pequeña daga que, tal vez, no fuera mayor que la altura de su palma, pero… con el frío metal envolviendo su piel blanca, con la empuñadura sumergida entre los dedos, se sintió segura, ajena a todo lo sucedido, y a lo que aún estaba por suceder.
Tomó unos segundos para respirar, en lo profundo de aquel corredor tortuoso, llevando el puñal hacia su pecho y cerrando los ojos.


- Vamos… Puedes hacerlo. – Se susurraba hacia si misma, sin importar los oídos que pudieran escucharla. Me escuchará de todas maneras. – Tienes que lograrlo, tienes que salir de aquí.

Un grito proferido en algún rincón de los corredores contiguos, le hizo abrir los ojos y ponerse en pie. Sus extremidades flaquearon, débilmente, contusionadas por las heridas perpetradas a lo largo de los días anteriores, lo que la llevó a apoyar la espalda en la pared que quedaba tras ella. Pero, aunque ese pensamiento llegó a pasar por ella incluso, no cayó.
No vas a ganar… No esta vez.

El largo pasillo se le hizo aún más oscuro, más siniestro a medida que sus lentos pasos lo recorrían.
Todo allí titilaba una luz siniestra, ensombrecida por algo que no sabía determinar. Los candelabros que pendían de las paredes, las pequeñas llamas que ardían en ellos, no brillaban con toda la fuerza que deberían. Incluso, en ocasiones, parecían apagarse al pasar la joven junto a ellas.
La única luz perpetua que conseguía iluminar sus pasos sin ningún tipo de elemento que la cortase, era la luz azul de la pálida luna, atravesando las ventanas y cayendo en la alfombra sobre la que ella avanzaba.

En medio de aquel pasillo, se detuvo, y oteó por uno de los cristales. Todo, bajo ella, era un terreno enorme, demasiado grande como para que la vista lo pudiera alcanzar en su totalidad, rodeado por gruesos muros de piedra, de roca viva, por cuya superficie se arrastraban yedras de espinas.
Si ella no se hubiera encontrado en un lugar tan alto, y si las enredaderas no existieran allí, pensaría en descender por la ventana y saltar los muros.
Es una locura. Además… él me encontraría.

El aire, mientras la muchacha reanudaba la marcha, fue volviéndose más cargante, más pesado, mucho más denso, hacia el otro extremo del corredor. Incluso, hirsutas motas de un extraño aroma pendían en el interior del recinto, acariciando con delicadeza los contornos de la nariz de aquella joven.
Sin embargo, hizo caso omiso de aquellas sensaciones, achacándolas a una oportunidad del Duque para atraparla una vez más.
Continuó su avance, sin esperar, hasta el recodo del extremo del corredor, que continuaba hacia la izquierda, hacia unas escaleras que, probablemente, la llevarían fuera de aquel torreón.
Piso el primer escalón, luego; el segundo.
Algo dudaba dentro de ella.
Demasiado fácil.

Una risa siniestra atravesó la profundidad de aquel pasillo lúgubre, como un cuchillo que se dirigiera hacia su corazón, un perenne carcajeo que, como bien sabía, se burlaba de ella.
Justo su pie tembló al dirigirse hacia el tercer escalón… pero aquel contacto nunca se produjo. Regresó sobre sus pasos, contemplando de nuevo el lugar por el que había venido, y enarbolando el puñal con la siniestra.
Allí estaba él.

Incluso, desde aquella distancia, podía contemplar la hermosura que envolvía tal prodigio de la naturaleza, una faz perfecta, sepultada bajo un par de ojos irrisorios, de un bello carmesí, que atravesaban el corredor hacia ella, y profundizaban en todas y cada una de las heridas que envolvían su propia piel.
Sus labios sonrojados estaban tersos en una arrebatadora sonrisa que provocó el descenso leve del cuchillo. Incluso su cuerpo torneado no era sino el reflejo de todo aquello que ella deseaba, y que siempre había necesitado. Pero… no puedo permitirlo.
Era demasiado tarde.

La voz de él se alzó en la aciaga oscuridad, hacia ella. Una voz sensual, un tono ligeramente grave, que provocó el desconcierto y la atracción en la joven:

- Nydedia… - Exclamó él, suave, susurrante apenas, pero perfectamente audible. – ¿Qué pretendes hacer con eso?

No respondió la joven, sin embargo, pues aún mantenía alzado el cuchillo, y todas sus fuerzas se concentraban en evitar la intensa atracción que esa voz sugerente, ávida tras los colmillos que se entreveían detrás de los labios, provocaba en ella.
Él emitió otra carcajada, que sonó a coro de ángeles en los oídos de la joven. Siguió mirándole, sin decir nada.

- ¿Quieres huir de aquí, de mí, después de todo lo que he hecho por ti? – Él se cruzó de brazos, comenzando a avanzar hacia delante. Extrañamente, Nydedia no podía aclarar si andaba o si flotaba, dada su esotérica manera de desplazarse. – Criatura egoísta… No eres consciente de la posición en la que te encuentras. Te he dado todo, ¿y no vas a agradecérmelo? ¿Me traicionas?

Mirando de reojo la escalera, la muchacha comenzó a retroceder, lentamente, paso a paso, aún manteniendo la daga en alto. A su izquierda, dichas escaleras; a su diestra, un ventanal.
Se mantuvo en silencio.

- Aún estás a tiempo de ser la reina. Todavía puedes soltar tu arma y venir conmigo. – Mientes – Sólo te pido que confíes en mí, como yo he confiado en ti al abrirte las puertas de mi hogar, de mi habitación y de mi alma. Regresa a mi lado, Nydedia. Juntos, doblegaremos a los humanos.
- ¡Antes muerta que permanecer a tu lado un minuto más!

Y, en el rostro vacilante de ella, se entreveían los restos de una desesperación intensa que brotaba de sus ojos, de las lágrimas amargas que descendieron por la pálida línea de sus mejillas. Aún, pese a aquel sentimiento desgarrándola, no temblaba su muñeca sobre el puñal.
Suspirando con suavidad, alzó la mano restante hacia el duque. Estiró los dedos y, luego, repetidamente, los movió hacia ella.
Él rio, una vez más; Nydedia tembló.

- … - El silencio fue devastador, cuando el manto que arrastraba el duque se alzó tras él. –… Así sea.

Y, con la vorágine de un huracán embravecido, el cuerpo alzado de aquel ser arremetió contra ella.
Nada más que un pestañeo, y las manos de aquella figura elegante se posaron tras sus hombros, dejándola paralizada y boquiabierta, blanquecina, ante la velocidad mostrada. Aún mantenía el puñal, pero ninguno de sus músculos respondía al menor movimiento.

- Te amo, nunca lo dudes… Pero no puedo permitirme pasar la eternidad junto a alguien que no quiere estar a mi lado. Te libraré de tu sufrimiento.

Con un veloz movimiento, asió a la joven del cuello de la camisa desgarrada.
Entre estertores de risa, alzó el brazo, arrojando a la muchacha a través del ventanal, cuál se rompió en un sinfín de trozos. Incapaz de hacer el mínimo gesto, Nydedia descendió, en medio de aquel caos de hierro, cristal… y sangre.

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