Autor del one-shot: Daniel.
Twitter: @LeonheartTribal.
Nombre del fic o historia: Erase
Tema: Original, Dante & Erza, Drama, Romance, +18.
Nombre del fic o historia: Erase
Tema: Original, Dante & Erza, Drama, Romance, +18.
-Capítulo 1: Day by day.-
¿De dónde había nacido aquel amor? Inquirió una voz, en su cabeza, un eco distante, perturbador, un eco que hacía eones que no escuchaba. Tal vez fuera producto del alcohol, de la soledad perturbadora que llenaba cada esquina, del silencio que retumbaba en aquel lugar, y que, probablemente ella habría llenado, si te hubieras mostrado dispuesto.
Lleno de ira, apoyó ambas manos en una de las paredes, aquella contra la que la había poseído la primera vez. Y golpeó. Una vez. Otra vez. El muro crujió ante la furia de sus puñetazos. Y, mientras trataba de apaciguar la cólera que de su alma se había adueñado, exorcisar aquellos sentimientos negativos que bañaban su ya sombría alma… una lágrima descendió por su mejilla.
Habían transcurrido meses desde su último encuentro, desde aquel día en que ella entrara tambaleándose por las puertas dobles del hogar, arrastrándose sobre el suelo de mármol, y suplicando un auxilio que sólo él podía concederle. Ahogó el dolor de ella como podía, subyugándolo de la única manera que conocía. Tras un tiempo en aquel lugar, se sorprendieron ambos al ver como el sufrimiento que la había poseído había sido originador de un romance intenso, tan intenso como la pena que él, en ese instante, sentía.
Pues ella había partido lejos.
¿Fue por mi culpa o, verdaderamente, ella quiso irse? No sabía cuándo volvería, no sabía si ella querría volver, pero sí sabía que él quería que volviera, que lo necesitaba desesperadamente, y que quedaron atrás muchas cosas que quiso decirle, muchas palabras inexpresadas que habían formado un cúmulo de pena sobre su corazón.
Aunque, si ella volviera… ¿cómo iba a poder amarla, si lo sentía bloqueado?
Nada le sabía igual. Pizzas, alcohol, largos baños, demonios, besos con mujeres por las que no sentía el mínimo interés… El rostro de ella estaba sobre cualquiera de aquellas situaciones banales, tan imperecedero como la oscuridad de su cuerpo, de la que a él le dominaba.
¿Dónde estaría? ¿Estará bien? ¿Estará lejos? ¿Se estará alejando o vendrá en mi búsqueda? … ¿Habrá encontrado otro amor, alguien merecedor de ella?
De silueta perfecta, sonrisa distante, excesivas preocupaciones y, tal vez, la amante más espléndida que nunca hubiera compartido, incapaz era de separarse del embrujo que había desatado sobre el muchacho.
- Oh, vamos… - Exclamó el joven, entre lágrimas de desesperación, girándose y caminando, marcando cada paso delante de la barra del bar, observando, situándola a ella en cada rincón, imaginándola allí, junto a él, gastando bromas, jugando al juego de seducción que habían compartido. – Si paso un día más así… acabaré intentando matarme… otra vez.
Y, de pronto, postrado delante de la entrada principal del local y del hogar, escuchó las palabras de despedida de ella, como una gélida daga de hielo que se hincaba en su pecho y le torturaba. Las palabras que él le profesó no fueron bellas, ni siquiera románticas… No parecieron provenir de alguien enamorado, ella tampoco quiso interpretarlas así.
- Perdiste la ocasión de tener a una buena mujer a tu lado. – Se dijo, a si mismo, abriendo las gigantescas puertas.
En el exterior, llovía. Y, por el calendario que habían colocado juntos, era martes, tal vez el martes más lluvioso de aquellos meses.
La vio de nuevo, allí, ante él, exigiéndole ayuda, con una de sus extremidades sangrando, y él ahogando un grito que hubiera significado la caída, sobre ellos, del agresor.
Más tarde, cuando salieron, en búsqueda de aquel individuo… él se sentía intensamente atemorizado de su seguridad, de que a ella le sucediera algo.
¿Fue su mirada o fue su actitud, la que me dio confianzas en que estaría bien? No lo sabía entonces y, con el tiempo, no lo había averiguado. Salieron juntos, lo encontraron… y actuaron como tantas otras veces.
Los siguientes recuerdos, primeros momentos, se convirtieron en una nebulosa a la que no quiso acceder pues, recurrir a ellos, hubiera significado abrir heridas en su pecho que se había esforzado por cerrar.
Pero… no había nadie más que Erza. Era la única. Lo fue cuando la vio por primera vez, y lo había sido en los últimos meses. Nadie, además de él, había cruzado aquellas puertas, pues a todos instaba a permanecer en el exterior mientras él, con su austeridad, se mecía en la melancolía y en la depresión, en el alcohol y en la desesperanza, en el olvido… y en el desamor.
Aún, sin contrariarse por la lluvia, tomó asiento delante de la vivienda y negocio, llevando ambas manos delante del rostro, entrelazadas, y oteando el largo callejón por el que la había visto marcharse, armas en ristre y el odio como capa.
- Fui un auténtico cretino… - Murmuró. Sus lágrimas se camuflaban con la lluvia.
Y, allí, con los ojos perdidos en una neblina aislada, sin esperanza, y con sentimientos de desilusión que pululaban alrededor, vio acercarse a alguien, de largo cabello pelirrojo, silueta inconfundible y asombroso perfume que le azotaba con furia.
Estaba aún lejos, mas consiguió distinguirla. ¿Un fantasma del pasado? Pensó la mente atormentada del muchacho, mientras se enderezaba sobre la escalinata y oteaba.
No quiso creerlo, pues ya le habían azorado aquellos recuerdos, tan vivos como alguien real.
No quiso creerlo.
Pero… era ella.
Tiene que serlo.
La desesperación y el posible consuelo le hicieron lanzarse hacia ella, como un huracán endemoniado, en medio de la intensa lluvia.
Puede que no fuera quien creía… Pero sólo el hecho de sospecharlo había resucitado en él una vitalidad que, tras tanto dolor, sentía muerta.
¿De dónde había nacido aquel amor? Inquirió una voz, en su cabeza, un eco distante, perturbador, un eco que hacía eones que no escuchaba. Tal vez fuera producto del alcohol, de la soledad perturbadora que llenaba cada esquina, del silencio que retumbaba en aquel lugar, y que, probablemente ella habría llenado, si te hubieras mostrado dispuesto.
Lleno de ira, apoyó ambas manos en una de las paredes, aquella contra la que la había poseído la primera vez. Y golpeó. Una vez. Otra vez. El muro crujió ante la furia de sus puñetazos. Y, mientras trataba de apaciguar la cólera que de su alma se había adueñado, exorcisar aquellos sentimientos negativos que bañaban su ya sombría alma… una lágrima descendió por su mejilla.
Habían transcurrido meses desde su último encuentro, desde aquel día en que ella entrara tambaleándose por las puertas dobles del hogar, arrastrándose sobre el suelo de mármol, y suplicando un auxilio que sólo él podía concederle. Ahogó el dolor de ella como podía, subyugándolo de la única manera que conocía. Tras un tiempo en aquel lugar, se sorprendieron ambos al ver como el sufrimiento que la había poseído había sido originador de un romance intenso, tan intenso como la pena que él, en ese instante, sentía.
Pues ella había partido lejos.
¿Fue por mi culpa o, verdaderamente, ella quiso irse? No sabía cuándo volvería, no sabía si ella querría volver, pero sí sabía que él quería que volviera, que lo necesitaba desesperadamente, y que quedaron atrás muchas cosas que quiso decirle, muchas palabras inexpresadas que habían formado un cúmulo de pena sobre su corazón.
Aunque, si ella volviera… ¿cómo iba a poder amarla, si lo sentía bloqueado?
Nada le sabía igual. Pizzas, alcohol, largos baños, demonios, besos con mujeres por las que no sentía el mínimo interés… El rostro de ella estaba sobre cualquiera de aquellas situaciones banales, tan imperecedero como la oscuridad de su cuerpo, de la que a él le dominaba.
¿Dónde estaría? ¿Estará bien? ¿Estará lejos? ¿Se estará alejando o vendrá en mi búsqueda? … ¿Habrá encontrado otro amor, alguien merecedor de ella?
De silueta perfecta, sonrisa distante, excesivas preocupaciones y, tal vez, la amante más espléndida que nunca hubiera compartido, incapaz era de separarse del embrujo que había desatado sobre el muchacho.
- Oh, vamos… - Exclamó el joven, entre lágrimas de desesperación, girándose y caminando, marcando cada paso delante de la barra del bar, observando, situándola a ella en cada rincón, imaginándola allí, junto a él, gastando bromas, jugando al juego de seducción que habían compartido. – Si paso un día más así… acabaré intentando matarme… otra vez.
Y, de pronto, postrado delante de la entrada principal del local y del hogar, escuchó las palabras de despedida de ella, como una gélida daga de hielo que se hincaba en su pecho y le torturaba. Las palabras que él le profesó no fueron bellas, ni siquiera románticas… No parecieron provenir de alguien enamorado, ella tampoco quiso interpretarlas así.
- Perdiste la ocasión de tener a una buena mujer a tu lado. – Se dijo, a si mismo, abriendo las gigantescas puertas.
En el exterior, llovía. Y, por el calendario que habían colocado juntos, era martes, tal vez el martes más lluvioso de aquellos meses.
La vio de nuevo, allí, ante él, exigiéndole ayuda, con una de sus extremidades sangrando, y él ahogando un grito que hubiera significado la caída, sobre ellos, del agresor.
Más tarde, cuando salieron, en búsqueda de aquel individuo… él se sentía intensamente atemorizado de su seguridad, de que a ella le sucediera algo.
¿Fue su mirada o fue su actitud, la que me dio confianzas en que estaría bien? No lo sabía entonces y, con el tiempo, no lo había averiguado. Salieron juntos, lo encontraron… y actuaron como tantas otras veces.
Los siguientes recuerdos, primeros momentos, se convirtieron en una nebulosa a la que no quiso acceder pues, recurrir a ellos, hubiera significado abrir heridas en su pecho que se había esforzado por cerrar.
Pero… no había nadie más que Erza. Era la única. Lo fue cuando la vio por primera vez, y lo había sido en los últimos meses. Nadie, además de él, había cruzado aquellas puertas, pues a todos instaba a permanecer en el exterior mientras él, con su austeridad, se mecía en la melancolía y en la depresión, en el alcohol y en la desesperanza, en el olvido… y en el desamor.
Aún, sin contrariarse por la lluvia, tomó asiento delante de la vivienda y negocio, llevando ambas manos delante del rostro, entrelazadas, y oteando el largo callejón por el que la había visto marcharse, armas en ristre y el odio como capa.
- Fui un auténtico cretino… - Murmuró. Sus lágrimas se camuflaban con la lluvia.
Y, allí, con los ojos perdidos en una neblina aislada, sin esperanza, y con sentimientos de desilusión que pululaban alrededor, vio acercarse a alguien, de largo cabello pelirrojo, silueta inconfundible y asombroso perfume que le azotaba con furia.
Estaba aún lejos, mas consiguió distinguirla. ¿Un fantasma del pasado? Pensó la mente atormentada del muchacho, mientras se enderezaba sobre la escalinata y oteaba.
No quiso creerlo, pues ya le habían azorado aquellos recuerdos, tan vivos como alguien real.
No quiso creerlo.
Pero… era ella.
Tiene que serlo.
La desesperación y el posible consuelo le hicieron lanzarse hacia ella, como un huracán endemoniado, en medio de la intensa lluvia.
Puede que no fuera quien creía… Pero sólo el hecho de sospecharlo había resucitado en él una vitalidad que, tras tanto dolor, sentía muerta.
Nota del autor: La mayoría, no va a entender el por qué de esta historia, por qué esta combinación, a qué se debe tan aleatoreidad. Permitidme que me reserve ese secreto para mí, y para la creadora de este blog. Tal vez algún día decidamos compartirlo… o tal vez no.
Pero, desde el corazón, espero que guste a todo el que quiera leerlo.
Y… perdonad por tanto tiempo ausentes.
Estamos de vuelta :3.
Estamos de vuelta :3.