Nombre de la autora del relato: Maite.
Twitter: Maiseo94
Nombre del relato: No more.
Tema: Drama.
Apretó su
manta con fuerza y piernas temblorosas, intentando no llorar, sin éxito alguno,
ya que sus lágrimas caían por si solas, haciendo que la cara de aquella niña
inocente se empapara. Intentaba ignorar lo que estaba pasando fuera de su habitación,
pero no lo conseguía. A pesar de que solo tuviera diez años, sabía que eran
esos ruidos y golpes.
Sabía que era su padre, que no paraba de pegar a su propia madre. Sabía que
estaba borracho. Siempre que él volvía a lo que ella llamaba su castillo, acababa descargando toda la
ira que acumulaba por si solo sobre su madre quien, aterrorizada, recibía un
golpe tras otro.Se encaminó, con las piernas cada vez más temblorosas, en silencio hacia la cama. No quería que ninguno se diera cuenta de que ella sabía lo que estaba pasando.
Sabía que, si abría la puerta, lo único que vería sería a su madre en el suelo, llorando a puro pulmón y a su padre de pie, mirándola con rabia y con la mano levantada, preparando otro de sus golpes. A causa de eso no podía dar un paso fuera de su cuarto para poder ayudar a su madre. El miedo hacia su padre la dejaba paralizada y sin voz, haciéndola incapaz de gritar que parara, que dejara de golpear su madre.
Cuando llegó a su cama, se tapó completamente con la manta que sostenía en sus manos, para seguidamente, taparse los oídos, cerrar los ojos con fuerza y seguir llorando del miedo y de la rabia, hasta que conseguía dormirse con la esperanza de que sólo fuera otra pesadilla. Pero en su interior, sabía que no, que esa era su realidad.
A la mañana siguiente, se levantó de su cama en silencio, con la esperanza de que cuando fuera al salón no viera a su madre tapada y demasiado maquillada. Pero en cuanto cruzó la puerta y la vio, sentada en el sillón, tapándose la cara, llorando. Sabía que no había sido lo que tanto deseaba, una pesadilla.
Anna sabía que su madre no quería que la viera llorando, no quería que la viera en ese estado. Así que, se acercó lentamente a la madre, haciendo bastante ruido, para que supiera que ya estaba despierta. Cuando llegó a ella, le sonrío y la abrazó con mucho cuidado.
Sabía que su padre no estaba allí, que se había ido bastante temprano a trabajar, algo que agradecía, ya que no quería verlo. Lo odiaba, desde hacía mucho no lo consideraba su padre. Para ella era un monstruo, uno que debía desaparecer.
Pasaron semanas, y lo mismo se repetía una, y otra vez. Uno
de esos días, el monstruo de su padre había enviado a su madre al hospital. Mintiendo
a los médicos, dijo que se la había encontrado inconsciente cuando había
llegado a casa, cuando en realidad le había dado tal puñetazo en su rostro que
la dejó en el suelo dejando una marca visible en ella. Por suerte, su madre
tenía que ser ingresada, por lo que podría descansar durante un día, algo que
Anna agradecía con todo su corazón.
Pero, al parecer, al padre no le importaba que ella estuviera en el hospital. No creía que fuera un impedimento para amenazarla o pegarle. Echó a Anna de la habitación, cerrando la puerta cuando ella salió.
Después de un largo rato, su padre por fin la dejó entrar. Vio a su madre sonriendo, aunque sabía que esa sonrisa no era sincera.
Anna se acercó a su madre y le susurró una frase que seguro nunca olvidaría:
Pero, al parecer, al padre no le importaba que ella estuviera en el hospital. No creía que fuera un impedimento para amenazarla o pegarle. Echó a Anna de la habitación, cerrando la puerta cuando ella salió.
Después de un largo rato, su padre por fin la dejó entrar. Vio a su madre sonriendo, aunque sabía que esa sonrisa no era sincera.
Anna se acercó a su madre y le susurró una frase que seguro nunca olvidaría:
‘‘Hoy todo se acabará,
mamá.’’
La madre la miró extrañada, pero no dijo nada. ‘‘Cosas de niños’’, pensaba. Pero
lo que no sabía era que aquella frase era una promesa que Anna iba a cumplir
esa misma noche.
En cuanto llegaron a casa, Anna se encerró en su cuarto, esperando a que llegara el momento el cual su padre se fuera a dormir. Como siempre, borracho.
En cuanto oyó a su padre tirarse en la cama, Anna salió en silencio de su habitación, para dirigirse primero hacia la cocina. Sabía qué tenía que coger y qué tenía que hacer.
Se acercó decidida hacia la encimera, en la que había un cuchillo más que afilado y lo cogió con sumo cuidado, intentando no hacer ruido.
Con el cuchillo en mano, se dirigió más que decidida hacia el cuarto de sus padres, a paso lento, hasta llegar a la puerta. Tragó saliva y abrió la puerta con cuidado. Podía ver en la oscuridad que su padre estaba dormido boca arriba.
Lentamente, entró en la habitación y se subió en la cama, tratando de que su padre no notara su presencia. De rodillas, se acercó a él, hasta estar lo más cerca posible.
Miró a aquel hombre, sonriendo: sabía que esa noche sería la que salvaría a su madre.
Con ambas manos cogió bien el cuchillo afilado y lo levantó en el aire. Respiró hondo varias veces hasta que, por fin, dio el golpe final, acertando a la altura del corazón, algo que él le había roto demasiadas veces a su madre.
Antes de que retirara las manos del cuchillo, vio como su padre abría los ojos e intentaba decirle algo, antes de dar su último aliento. Pero no pudo decir nada, algo que Anna esperaba, que no hablara más, que no gritara más, que no hiciera nada más, ni siquiera respirar.
Temblorosa, apartó las manos del cuchillo, aún clavado en el cuerpo de su padre. Poco a poco, fue bajando de la cama y alejándose del cuarto, para dirigirse al suyo y encerrarse en él, esperando a que su madre volviera.
En cuanto llegaron a casa, Anna se encerró en su cuarto, esperando a que llegara el momento el cual su padre se fuera a dormir. Como siempre, borracho.
En cuanto oyó a su padre tirarse en la cama, Anna salió en silencio de su habitación, para dirigirse primero hacia la cocina. Sabía qué tenía que coger y qué tenía que hacer.
Se acercó decidida hacia la encimera, en la que había un cuchillo más que afilado y lo cogió con sumo cuidado, intentando no hacer ruido.
Con el cuchillo en mano, se dirigió más que decidida hacia el cuarto de sus padres, a paso lento, hasta llegar a la puerta. Tragó saliva y abrió la puerta con cuidado. Podía ver en la oscuridad que su padre estaba dormido boca arriba.
Lentamente, entró en la habitación y se subió en la cama, tratando de que su padre no notara su presencia. De rodillas, se acercó a él, hasta estar lo más cerca posible.
Miró a aquel hombre, sonriendo: sabía que esa noche sería la que salvaría a su madre.
Con ambas manos cogió bien el cuchillo afilado y lo levantó en el aire. Respiró hondo varias veces hasta que, por fin, dio el golpe final, acertando a la altura del corazón, algo que él le había roto demasiadas veces a su madre.
Antes de que retirara las manos del cuchillo, vio como su padre abría los ojos e intentaba decirle algo, antes de dar su último aliento. Pero no pudo decir nada, algo que Anna esperaba, que no hablara más, que no gritara más, que no hiciera nada más, ni siquiera respirar.
Temblorosa, apartó las manos del cuchillo, aún clavado en el cuerpo de su padre. Poco a poco, fue bajando de la cama y alejándose del cuarto, para dirigirse al suyo y encerrarse en él, esperando a que su madre volviera.
Pasaron las horas, hasta que por fin llegó el momento en el
que la madre volvería. Anna quería levantarse para abrazarla, pero no podía ni
moverse de la cama.
Cuando oyó por fin la cerradura de la puerta principal, levantó la mirada hacia su puerta, esperando a que su madre se acercara y la mirará. Y cuando ese momento llegó, Anna se levantó de su cama, corriendo a los brazos de su madre, para poder susurrarle al oído.
Cuando oyó por fin la cerradura de la puerta principal, levantó la mirada hacia su puerta, esperando a que su madre se acercara y la mirará. Y cuando ese momento llegó, Anna se levantó de su cama, corriendo a los brazos de su madre, para poder susurrarle al oído.
-Te lo prometí, mamá, todo se acabó.-
La madre, sin entenderlo, se separó de ella y la miró de
arriba abajo, viendo como su camisa y sus manos estaban cubiertas de sangre,
haciendo que abriera los ojos de par en par. Parecía sorprendida y asustada,
pero luego comprendió lo que había pasado.
Volvió a abrazarla, esta vez llorando. Anna no supo diferenciar si aquellas lágrimas eran de alegría o tristeza, pero, en cuestión de segundos, su madre se alejó. Cogió la maleta de Anna y empezó a recoger sus cosas. Anna no entendía nada. No sabía por qué hacía aquello.
En cuanto terminó, la madre cogió una de sus camisas y la cambio con la que tenía llena de sangre, para después llevarla al baño y lavarle bien las manos.
La madre ni pensó en ir a su cuarto a recoger sus cosas. Simplemente cogió la maleta y la mano de Anna. Con una leve sonrisa se dirigieron hacia la puerta, para salir de aquella pesadilla y no volver más.
Volvió a abrazarla, esta vez llorando. Anna no supo diferenciar si aquellas lágrimas eran de alegría o tristeza, pero, en cuestión de segundos, su madre se alejó. Cogió la maleta de Anna y empezó a recoger sus cosas. Anna no entendía nada. No sabía por qué hacía aquello.
En cuanto terminó, la madre cogió una de sus camisas y la cambio con la que tenía llena de sangre, para después llevarla al baño y lavarle bien las manos.
La madre ni pensó en ir a su cuarto a recoger sus cosas. Simplemente cogió la maleta y la mano de Anna. Con una leve sonrisa se dirigieron hacia la puerta, para salir de aquella pesadilla y no volver más.